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Viktoriia y Polina se mudan a su propio hogar

Viktoriia y Polina en su nueva vivienda Gabi Ochsenbein

Después de casi seis meses, las dos refugiadas ucranianas encontraron un apartamento. Para la autora de este artículo, acoger a Viktoriia et Polina Bilychenko significó una preciosa experiencia que le puso un rostro humano a esta guerra atroz.

Este contenido fue publicado el 12 octubre 2022 minutos

Millones de personas debieron huir de Ucrania o fueron obligadas a desplazarse de una zona a otra de su propio país. Viktoriia, 34 años, y su hija Polina, de 11, escaparon a los bombardeos en marzo pasado. Sin embargo, el sufrimiento a causa de la guerra de agresión rusa está siempre presente ya que debieron dejar su familia, su hábitat, la vida previa al conflicto. El destino hizo que aterrizaran en mi casa, en Berna.

Durante mi trabajo como periodista, en reportajes en Bosnia y Georgia, había visto ciudades destruidas por la guerra y encontré gente traumatizada. Ahora, sin embargo, fue diferente: Viktoriia y Polina vivían en mi casa, compartíamos la cocina y la sala de baño, tuvimos una vida cotidiana común. Y fue justamente por esta razón que la guerra se convirtió en una realidad concreta, se acercó a mi vida.
 

La mudanza. Gaby Ochsenbein

Justo después de haber cargado el auto con bolsos, colchones, vajilla y otras cosas, Viktoriia me dijo de repente: «I will not forget this time until the end of my life». Comparto el mismo sentimiento: no olvidaré nunca esos meses que pasamos juntas.

Ser fuerte en los momentos difíciles

Descubrí en Viktoriia una personalidad fuerte. Admiro su coraje que le permitió gestionar esta situación difícil y que le dio fuerzas para vivir una cotidianeidad en apariencias “normal”. Estudia alemán de forma consecuente, ayuda a su hija a hacer sus tareas escolares, continúa su trabajo como asesora informática, arregla las flores sobre la mesa, explora su contexto existencial, se arregla con toda la papelería administrativa, mira películas, de tiempo en tiempo va a un museo, corre a la orilla del río Aare, etc.

Sin embargo, su vida es tambaleante y su futuro incierto. Hace seis meses que no puede ver a Andrei, su marido. Ambos sufren por esta separación. “Cada vez es más difícil", me dijo hace poco. Y nadie sabe cuánto durará la guerra. Realidad que conduce, inevitablemente, a la desesperación y a la impotencia, a la ira y al estrés.

Desde su nuevo departamento, situado en la zona baja de la Ciudad Vieja, se ve la Catedral de Berna. Gaby Ochsenbein

¿Y la situación de Polina? Extraña a su padre, a su antigua escuela, a sus amigas, sus abuelos. Sin embargo, se integra bastante bien en su nueva clase -a pesar de los problemas de idioma- mientras juega. Ya tiene amigos, hizo varios goles en el fútbol y aprende el francés, además del alemán.

La madre de Viktoriia está por llegar

La nueva casa de Viktoriia y Polina está muy cerca de la mía, al otro lado del río Aare. Hace poco, vinieron a comer una raclette (comida típica de Suiza) y, tal vez, próximamente iré a su casa a comer de nuevo el borsch, plato nacional de Ucrania, que esta vez cocinará Matina, la mamá de Viktoriia. Está previsto que llegue a Berna en los próximos días.

A pesar de la enorme precariedad de la vida cotidiana en la disputada ciudad de Mykolaïv, en el sur de Ucrania, a Marina le costó mucho dejar su departamento. Allí pasó casi toda su vida. ¿Pensar en una nueva etapa a los 60 años? ¿Huir hacia un país desconocido, sin hablar el idioma ni conocer su cultura? Imagino que es muy difícil.

El nombre de Polina en la casa de la autora de esta crónica Gaby Ochsenbein

Poco tiempo después de llegar a Berna, hace seis meses, Polina, la jovencita de 11 años, colgó su nombre en la puerta de su habitación, en mi casa. Lo dejaré todavía por un tiempo, como recuerdo del intenso e instructivo periodo que pasamos juntas, bajo el mismo techo.

Este es el artículo final de la serie sobre las dos refugiadas de Ucrania en Berna. 

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Editado por Marc Leutenegger

Adaptado del francés por Sergio Ferrari

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