Un sitio ad hoc para una reparadora "pestañita"
Para aquellos que trabajan en pleno corazón de Zúrich, la posibilidad de "echarse un sueñito" a la mitad de una jornada agobiante, es ya una realidad: Esa cosmopolita ciudad abrió el primer sitio público de Suiza destinado a hacer la siesta.
En la recepción del "restpoint", el visitante en busca de reposo, paga cinco francos, deposita sus cosas en una caja -favor de desconectar el celular- y, si lo desea, se hace aconsejar sobre la mejor manera de distenderse o en torno a la duración ideal de la siesta.
"Recomendamos dormir alrededor de 20 minutos, puesto que luego de media hora el organismo entra en una fase de sueño profundo del que es difícil salir fresco y dispuesto", explica Heinrich Müller, una de las once personas que aseguran la permanencia del Ruheraum (espacio de reposo) de 11.00 a 15:00 horas todos los días de la semana.
El cliente penetra luego en un pasillo al que converge una serie de piezas pintadas de colores crema y amarillo pálido, casi vacías a no ser por algunas plantas verdes y las camas, que se reducen a un estrecho colchón sobre una plancha de madera. Ninguna música "new-age" como sonido de fondo, sólo los rumores lejanos de la ciudad vienen a perturbar el silencio.
En fases activas demasiado largas
"Quisimos crear un espacio a donde las estimulaciones sean reducidas a un mínimo, contrariamente a nuestro ambiente cotidiano", indica Heinrich Müller. La situación del hombre moderno, explica, se resume a demasiados estímulos y a fases de actividad muy prolongadas.
Sin embargo, según estudios recientes, el organismo tendría necesidad de una verdadera pausa cada 90 o 120 minutos, subrayan los promotores del Restpoint.
Actualmente, sólo una minoría puede tomarse una siesta a medio día, como ese empleado de una gran sociedad consagrada a aconsejar a las empresas. A sus 35 años, el hombre se ha convertido en visitante regular del centro de reposo que lleva ya tres meses de apertura. Ese cliente no duda ya de las virtudes regeneradoras de la siesta: "Obtengo luego mejores resultados y puedo trabajar más tiempo por la tarde".
"Las piernas y la cabeza son más ligeras y mejora el humor", asegura por su parte la jefa del servicio del restaurant de una clínica privada zuriquesa. Con 41 años de edad, acude al Restpoint cuando sus horarios se lo permiten, apreciando que las mujeres se encuentren en una pieza separada cerca de la recepción. "Uno se siente en mayor seguridad", dice.
Todavía no es rentable
Le Restpoint no es todavía un negocio y sus frecuentaciones permanecen aún por debajo de las expectativas. "Yo esperaba una veintena de personas por día, pero vienen sólo dos o tres", suspira Heinrich Müller. En particular hombres, de cierta jerarquía y empleados de bancos, pero también choferes, vendedores e inclusive un pastor.
Müller, un profesor de física de unos cuarenta años, se metió en esa aventura por idealismo, lo mismo que sus colegas, entre los cuales se encuentran profesores, dos psicólogos, una fisioterapeuta, una enfermera y un jurista. La rentabilidad pasa por el momento a un segundo plano.
El estrés cuesta cerca de 4.2 mil millones de francos anuales en Suiza, señala Moritz Lindenmeyer, uno de los directivos del Restpoint.
swissinfo y agencias

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