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Cómo influye la política en el éxito económico de Suiza

La cúpula del Palacio Federal en Berna, sede del Parlamento suizo. Keystone

Las condiciones económicas de Suiza son envidiables, un país que sistemáticamente encabeza las clasificaciones sobre competitividad mundial. ¿Cuánto de esto es debido a su sistema de gobierno?   

Este contenido fue publicado el 22 noviembre 2017

El éxito de la economía helvética es fácil de medir, pero difícil de explicar. ¿Cómo puede ser que un país con un mercado interno tan pequeño y con rentas medias de las más altas del mundo tenga un PIB tan estable, conserve casi el pleno empleo y (lo más sorprendente) ocupe permanentemente el primer puesto en las clasificaciones de competitividad mundial?  

No existe una fórmula mágica que explique el éxito, pero esto no impide que la gente siga buscando respuestas. De hecho, en una reciente conferencia celebrada en Montreux (cerca de Lausana) se analizó la relación entre el sistema federal de Suiza y la economía del país. ¿Influye el sistema descentralizado en tres niveles (Estado, cantones, municipios) en las condiciones económicas?

La respuesta fácil es sí. Para Tiber Adler, del laboratorio de ideas Avenir Suisse, “si Suiza en este momento tiene una economía en plena forma, en gran medida, se debe al federalismo”.   

Nadie le llevó la contraria. Pero ¿por qué (o cómo) el federalismo incentiva la competitividad económica? Una cosa es segura: no es la lentitud con la que funciona que, a veces, en lugar de incentivar puede llegar a bloquear el espíritu empresarial. Suiza es un “elefante” en vez de un “guepardo”, comentó otro participante. Estable y perseverante.   

Eficiencia y compensación

Pero el paquidermo es eficiente. El profesor de la Universidad de Lucerna y coautor de un libro sobre este aspecto, Christoph Schaltegger, dice que la eficiencia es la primera de las tres vías a través de las cuales el federalismo impulsa la actividad económica. El hecho de que el gobierno local pueda ejecutar el cometido “más cerca de la acción” permite, por lo general, un sistema más simplificado y responsable, y estimula la competitividad.                                  

En segundo lugar, el sistema federalista funciona “para mejorar la distribución de rentas y actuar como un mecanismo seguro”. Y esto puede ser de naturaleza sistémica como, por ejemplo, la movilidad en el mercado laboral, que permite que las capacidades vayan de zonas de bajo rendimiento a partes prósperas del país. O puede estar regulado por el Estado, como ocurre con la compensación fiscal, donde un sistema de transferencias hace que las regiones más ricas paguen cierta cantidad anual para financiar a las regiones menos favorecidas.                                                       

Bajo este sistema (que en gran medida depende de la solidaridad política y económica de todo el país) los colapsos económicos en una zona pueden mitigarse con fondos y transferencias nacionales. Según Schaltegger, el sistema federal, como un todo, asimila en torno al 20% de cualquier “conmoción” que sacude a una región. Y esto permite que la economía pueda asumir más riesgos, además de mantener un alto nivel de diversificación (piénsese la relojería en Neuchâtel, la farmacéutica en Basilea, la banca en Zúrich).  

‘Laboratorios de innovación’ y regiones competitivas

Pero el factor más importante del éxito federalista es, incluso, más intangible. Los cantones (o regiones) son como pequeños “laboratorios de innovación” que desarrollan soluciones singulares, y si tienen éxito estas soluciones se aceptan como mejores prácticas en todo el país, explica Schaltegger.

“Los cantones pueden aprender los unos de los otros”, señala. Un ejemplo de ello es el sistema educativo. Aunque la educación en Suiza es competencia de los cantones, todos se fijan en qué funciona bien y qué no en los demás. Según Schaltegger, el “efecto laboratorio” es crucial para el éxito general, aunque difícil de cuantificar. 

Eso mismo es aplicable a las áreas más tradicionales de fiscalidad y competitividad interna. Las rivalidades entre los cantones (respecto a factores como el impuesto de sociedades y la atracción de inversión extranjera directa) constantemente llevan a reposicionar y reevaluar los tipos impositivos frente a los servicios públicos.

Los tipos impositivos cantonales para las empresas varían y van desde el 12,3%, en el cantón de Lucerna, hasta el 24,2%, en Ginebra. Aunque, en la práctica, muchas grandes empresas negocian acuerdos particulares con las autoridades.      

“Nadie sabe realmente dónde se da el nivel más rentable de impuestos y servicios públicos”, apunta Schaltegger. Pero la competencia interna genera beneficios globales equilibrados. Ese constante “cuestionarnos a nosotros mismos” –en palabras de otro participante en la conferencia– es un factor importante para mantener la economía en crecimiento, y alerta.

Arrastrado hacia el centro

Entonces, ¿es el federalismo un motor activo de la competitividad o simplemente un blindaje pasivo que no lo impide? O como preguntó en Montreux el político de Ginebra, Pierre Maudet, ¿si surge una crisis real, se demostrará que el sistema funciona?

Nadie se atrevió a responder abiertamente a la pregunta. Pero la mayoría de los participantes admitió que el federalismo no es un sistema perfecto, que no tenga problemas. Su lentitud y sus múltiples niveles de burocracia pueden ser obstáculos para las empresas, incluso si la estabilidad política que aportan es bienvenida.  

“A veces las empresas se quejan del perfeccionismo suizo”, cuenta Urs Hoffmann, concejal en el cantón de Argovia. Cuando una regulación llega del nivel federal, los cantones y municipios de Suiza tienden a revisar cada punto y cada coma. Y esto puede causar dolores de cabeza. No solo a la hora de establecer una empresa, sino también a la hora de formalizar los pagos y todos los trámites burocráticos (aunque el gobierno intenta remediarlo con el despliegue de un portal online para gestiones empresariales: EasyGov.swiss).      

El plus de eficiencia del gobierno local, asimismo, puede contrarrestarse con el solapamiento de competencias. Cuando no está claro quién es el responsable único de un ámbito de actuación, las empresas o los ciudadanos pueden verse obligados a repetir algunos procesos en diferentes niveles. Perdiendo así tiempo y dinero. A los fieles al sistema de la Unión Europea, esto puede resultarles familiar.

Schaltegger considera que tales defectos de diseño, posiblemente un signo de una mayor “tendencia hacia la centralización en Suiza”, deben resolverse.

Como dice, cuando se trata de federalismo, estabilidad política y competitividad económica, “el buen juego depende más de las buenas reglas que de los buenos jugadores”.

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