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Ciencia

En el espacio, la pequeña Suiza juega en la liga de los grandes

En el espacio, Suiza está en todas partes. Cuenta por segunda vez con un atronauta que integrará la tripulación de la Agencia Espacial Europea, un Premio Nobel doble e instrumentos a bordo de 50 misiones (ya sean europeas, americanas, rusas o chinas). Ha enviado el primer “camión de basura” a la órbita terrestre y tiene su propio telescopio para exoplanetas (Cheops). Pero eso no es todo, su tecnología también está presente en el fabuloso telescopio espacial James Webb.

Este contenido fue publicado el 16 mayo 2023 - 15:58
Skizzomat (ilustración)

La noticia se hizo oficial a finales de noviembre de 2022. Cuarenta y cuatro años después de Claude Nicollier, la Agencia Espacial Europea (ESA) seleccionó un astronauta suizo por segunda vez para formar su tripulación. Marco Sieber, de Berna, fue uno de los cinco afortunados candidatos, entre 22 523 aspirantes, de los cuales 668 eran suizos. Sieber ya ha comenzado su preparación en Colonia, donde tuvimos la ocasión de entrevistarle.

Las imágenes que nos llegan siguen sorprendiendo al mundo. El telescopio James Webb es el instrumento astronómico más potente jamás construido por la humanidad. Es capaz de ver a través del infrarrojo, es mucho más grande que su predecesor (el Hubble), y no se enceuntra en una órbita baja, sino a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra. Y entre sus constructores también hay suizos.

A principios de diciembre de 2020, el anuncio causó un gran revuelo, y con razón: con el ClearSpace-1 supuso al menos cuatro primicias mundiales. La Agencia Espacial Europea (ESA) firmó un contrato en el que pagó cerca de 100 millones de francos a una empresa emergente (start up), que construirá el primer sistema de eliminación de residuos espaciales e intentará por primera vez asir un pedazo de chatarra en vuelo no controlado. Ya es hora de poner un poco de orden en el gran basurero en el que se ha convertido la órbita terrestre, hoy por hoy peligrosa para cualquiera que se pasee por ella.

En 1995, en cambio, el descubrimiento hizo poco ruido fuera de los círculos científicos. Con el paso de los años, el público comenzó a entender que lo que la ciencia ficción les había acostumbrado era ahora una realidad contrastada: la galaxia está repleta no solo de estrellas, sino también de planetas. Y los primeros en haber identificado uno de estos mundos que orbitan alrededor de una estrella que no es nuestro Sol fueron Michel Mayor y Didier Queloz. Y son suizos. 

24 años después, su descubrimiento les valió el Premio Nobel de Física. 

Este Premio Nobel está totalmente justificado. El descubrimiento es uno de los más importantes del siglo XX en astronomía. Ha abierto nuevos campos de investigación para comprender nuestro lugar en el universo, y multiplica por millones las posibilidades de encontrar vida extraterrestre. 

En el vigésimo aniversario de este primer exoplaneta, dediqué a esta cuestión un artículo de fondo. 

Pero la búsqueda de vida no es una cuestión sencilla cuando la buscas en mundos a cientos de miles de millones de kilómetros. Aquí es donde el ingenio humano entra en juego. Y los suizos también están presentes aquí. 

En esta búsqueda desde el principio el ingenio ha sido necesario. Por cierto, ¿cómo podemos estar seguros de la existencia de estos planetas, ya que aparte de una o dos fotos borrosas de vagos puntos de luz, nadie los ha visto nunca? Explicación en el vídeo. 

Hoy se trata de ir más allá. Comprender de qué están hechos los exoplanetas. Esta es la misión del telescopio espacial CHEOPS, el primer satélite europeo Made in Switzerland, lanzado el pasado mes de diciembre. 

Pero la reputación de los suizos en el espacio no ha esperado a Clear Space ni a CHEOPS ni a Mayor y Queloz. Ni siquiera a Claude Nicollier, el astronauta nacional y primer especialista de misión no americano en la NASA. 

En 1969, Armstrong y Aldrin pisaron la Luna con un reloj suizo en su muñeca. Y lo primero que hicieron allí, incluso antes de desplegar la bandera estrellada, fue montar la vela solar de la Universidad de Berna: el único experimento científico no americano a bordo del Apolo XI.

Desde los inicios de la exploración espacial, apenas ha habido una misión americana o europea que no haya llevado algo de tecnología suiza a bordo. Esto se debe a que este país sabe cómo fabricar instrumentos a la vez muy precisos y fiables, condiciones indispensables para soportar las limitaciones de un viaje espacial.  

Ya se trate de propulsar un vehículo espacial a Marte, de “inhalar” los gases que escapan de un cometa o tomar imágenes de alta definición de un planeta del sistema solar, los ingenieros suizos tienen la solución. 

STIX es el último ejemplo hasta el momento. Este telescopio de rayos X estudiará las erupciones solares desde una sonda europea que se acercará al astro del día más que todo lo que se ha intentado hasta ahora.  

Suiza, el país de la relojería y la mecánica de precisión, también cuenta con un sistema muy eficiente de educación y de apoyo a la investigación. En parte esto explica cómo un pequeño país en las montañas se ha convertido en un gran país en el espacio. 

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