El cine latinoamericano, en pleno crecimiento
Desde su fundación en 1980, el cine de América Latina ha sido uno de los mimados del Festival Internacional de Filmes de Friburgo (FIFF). Las películas de esa región, casi en su totalidad, constituyen una de las atracciones principales para los espectadores suizos.
La tradición se renueva en esta 26 edición con salas repletas durante las proyecciones de películas del sur del Río Bravo, tres de las cuales animan la docena que compite por el premio principal ‘La mirada de Oro’.
Una de ellas es El Campo, del joven realizador argentino Hernán Belón, cuyo estreno en su país está programado para el próximo 3 de mayo.
“Presentarla en un festival como el de Friburgo, muy bien armado, con sesiones claras, con excelentes películas en competición, habitable por sus dimensiones, ante un público entusiasta, es un placer y un honor para mí”, subraya Belón al iniciar el diálogo con swissinfo.ch.
Un filme compacto
El Campo presenta la vida de pareja de Santiago y Elisa, quienes con su hija de apenas algo más de un año deciden trasladarse de la ciudad a una vivienda rural en un pueblo alejado de la capital.
El abrupto desplazamiento, con mucho de auto-exilio interno, hace estallar la crisis de la joven pareja. En el paisaje casi fantasmagórico de una abandonada casa de campo se confrontan dos proyectos diferentes de vida, imposibles de consensuar. El escenario está marcado por signos de potenciales horrores que tensan las cuerdas del drama que se avecina.
El retorno acelerado a la ciudad implicará, a la postre, la derrota de una ilusión y la caída total de velos y maquillajes entre los dos protagonistas.
La actuación excelente de los ya reconocidos actores, Leonardo Sbaraglia (Santiago) y Dolores Fonzi (Elisa), es completada por la integración casi perfecta de Matilda, la pequeña “estrella” de apenas un año.
“Integrar a la nenita fue un desafío mayor, una especie de aventura linda, divertida” comenta Belón.
Matilda podía “actuar” solamente durante lapsos breves, “lo que obligó a hacer malabares en el rodaje”, y exigió una gran preparación para ganarse su confianza y crear una relación natural y espontánea entre ella y “sus padres” en el filme.
Precisa el director que para lograrlo “contamos con el apoyo de una profesional especializada, quien nos acompañó todo el tiempo para indicar lo que podíamos o no esperar o exigir de la pequeñita”.
El resultado, a pesar de lo difícil de la tarea, fue exitoso. “Y a pesar de los riesgos que existían, logramos un producto-verdad”, señala Belón. Subraya igualmente el gran trabajo de posproducción realizado con la incorporación de sonidos grabados a posteriori, cuando Matilda tenía ya casi un año y medio. Ese agregado permitió asegurar la presencia permanente de la nena, una de las tres protagonistas del drama.
Nueva generación, nuevas temáticas
“Mi película y mi producción anterior, especialmente con documentales, hacen parte del cine de una nueva generación de realizadores argentinos”, que ocuparon los espacios vacíos resultantes de la última dictadura (1976-1983), explica Belón.
A pesar de que sus primeras producciones estuvieron ligadas a temas socio-políticos, como el exilio argentino en Francia, “sentí luego la necesidad de hacer otro tipo de cine con temas más universales”.
Pienso, subraya, que dramas en relaciones de parejas existen tanto en Argentina, como en cualquier país africano o europeo.
Manifiesta igualmente su convencimiento de que los realizadores de países latinoamericanos, del Sur, tienen también el derecho no solo de hablar de la pobreza, de las crisis políticas o sociales, sino de estas temáticas existenciales, que atraviesan la familia planetaria humana.
Cine latinoamericano
El cine argentino, con una buena calidad media y con técnicos con gran experiencia profesional – al nivel de grandes potencias productoras como Estados Unidos o Europa-, “vive hoy una relativa desaceleración debido a distintos factores como la pérdida de ciertos fondos de apoyo de Europa”. Aunque sigue contando con el apoyo firme de las instancias estatales, subraya Belón.
Algunos de esos apoyos europeos, explica, se han dirigido a sostener la producción en otros países menos tradicionales o con un cine hasta ahora más subdesarrollado.
Y si es cierto que ciertas producciones nacionales como “la de México, Brasil o Argentina tienen ya una fama de nivel internacional, lo más novedoso ahora en el continente es el surgimiento de nuevas creaciones en países como Panamá, Paraguay, Guatemala y el fortalecimiento en otros como Chile”, analiza Belón.
Una dinámica continental muy interesante por la diversidad y la expansión del séptimo arte, “con niveles de exigencias más altos que empujan la calidad de toda la producción cinematográfica hacia arriba”, analiza.
“Todo el cine va mejorando en calidad y se reducen las distancias entre la producción de uno y otro país, como lo muestra, por ejemplo, el Festival de Friburgo”. Con doce películas en competición provenientes de doce países de tres continentes diferentes, concluye.
El autor y su obra
Hernán Belón, realizador, productor y guionista, nació en Buenos Aires en 1970. Estudió cine y artes audiovisuales.
Fue invitado a participar en la ‘Fábrica de cines del mundo’ de Cannes, Francia, en 2011 y participó en la Semana de la Crítica Internacional de la Muestra de Venecia.
El Campo es su primer largometraje. Previamente había realizado varios documentales y cortometrajes, algunos de gran repercusión internacional. Entre ellos ALUAP (de la serie de Historias Breves de jóvenes promesas argentinas); El tango de mi vida; Sofía cumple 100 años etc.
La película presentada en la competición internacional 2012 en Friburgo, es una coproducción argentino-italiana-francesa.
Contó con un presupuesto de cerca de 500 mil dólares estadounidenses.
Ganó el Premio del Jurado en el Festival Internacional del Film de Amiens, donde también fue galardonado Leonardo Sbaraglia,
Compitió en forma reciente en un festival en Noruega y próximamente será distribuida en salas comerciales de ese país, de Suecia y de Finlandia.
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