Aldea Pestalozzi: seis décadas en una retrospectiva
La Aldea Pestalozzi cuenta con un nuevo centro de recepción en el que una amena exposición explica cómo surgió y cuál ha sido la evolución de ese "refugio para niños".
El espectador tiene acceso directo a testimonios históricos de ese esfuerzo iniciado por el precursor del pueblito, Walter Robert Corti (1910-1990), y apoyado por cientos de voluntarios de ayer y hoy.
La exposición rescata en todo el sentido de la palabra el origen y la razón de ser de la Aldea Pestalozzi, expresada públicamente por primera vez por un redactor de la revista 'Du', en tiempos en los que Suiza se encontraba en medio de una Europa destrozada. Corría el año de 1944.
La muestra nos transporta imaginariamente a esa época frente al escritorio y documentos personales del filósofo y literato, Walter Robert Corti, quien en esa revista mensual helvética exteriorizaba su idea de construir un pueblo para los niños que quedaron huérfanos tras el conflicto europeo. Ya entonces inscribía su concepto de impartirles educación en una comunidad internacional en paz.
Al lado del escritorio de Corti se encuentra un retrato del pedagogo suizo Juan Enrique Pestalozzi, fuente de inspiración para él y cuyo nombre ha quedado inscrito en el nombre de esta aldea construida en las verdes praderas de la colina sobre el poblado de Trogen, en el cantón de Appenzell Rodas Exteriores.
"Construyamos un mundo en el que los niños puedan vivir", asentaba Corti, impactado por los horrores de la guerra, que finalmente se revelaban al mundo gracias a esas primeras fotografías tardías mostrando cuerpos esqueléticos sin vida, o en el mejor de los casos, de otros seres humanos que hasta entonces habían escapado de la muerte, entre ellos muchos niños sumidos en el desamparo y la hambruna.
Esas imágenes aparecen, al igual que la publicidad de la relojería suiza, entre las páginas con fotos de las tareas de la Cruz Roja reconfortando a alguno de esos niños de la guerra.
"Y ahora a construir"
El arquitecto Hans Fischli (1909-1989) se unió al proyecto de Corti. Reproducciones de los primeros bosquejos para la construcción de la villa, escritos de puño y letra muestran que en esa ocasión un sueño se hizo realidad.
"Y ahora a construir, pero atención: queremos que los niños tengan lugar suficiente" se puede leer en la cartulina firmada por Fischli en octubre de 1944.
"Vienen a Trogen 200 o 300 niños del mundo que no son ni de Apenzell ni son suizos", indicaba el arquitecto egresado de la casa de estudios sobre diseño arquitectónico de Zúrich.
Vendrían pequeños que habían perdido todo a un sitio extraño. Fischli se planteaba cómo proporcionar un poquito de armonía a sus vidas cuando llegaran. Una de sus decisiones fue hacer que las nuevas casitas se construyan "de tal forma que les diera la impresión de haber estado allí desde hace tiempo".
En marzo de 1946, se explica en la exposición, la comuna de Trogen permitió la venta del terreno para la aldea. El 28 de abril de ese año se colocaba la primera piedra de la construcción.
Un video nos permite ver cómo cientos de voluntarios acudieron a la tarea de construirla. Hombres jóvenes y maduros, mujeres y niños llegaron de todas partes de Suiza y de otras partes de Europa para poner sus gotas de sudor y empeño en la obra.
En tres años de construcción participaron unos 800 voluntarios de 14 nacionalidades distintas. Un cuaderno evidencia esa numerosa asistencia con las firmas y cortos comentarios de los participantes:
Un benévolo anotó en nombre de sus otros siete compañeros: "Ocho suizos del extranjero venidos de Bélgica. Semana del 7 al 15 de julio de 1946."
La llegada de los primeros niños
En cajoncitos que el espectador puede abrir sintiéndose como integrado al descubrimiento del tesoro histórico de la Aldea Pestalozzi están las cartas de permiso y peticiones para acoger a los niños desamparados.
El primer grupo llegó de Francia en septiembre de 1946.
En 1948 ya eran once casitas ocupadas por huérfanos de once nacionalidades distintas.
Cada edificio recibió el nombre del personaje de un cuento del origen de los niños que albergaba. El nombre de Pinocho para una de las casitas aún se utiliza.
El periodo de adaptación no fue fácil
Los niños de entonces, entrevistados en la actualidad para dar a conocer sus impresiones a través de cintas grabadas, opinan sobre aquel principio nada sencillo, sobre la vida en común en la Aldea, sobre sus experiencias y sobre su partida.
"Fue hermoso y no lo fue. Un paraíso sin amor", describe uno al indicar ese vacío por la falta de sus padres. Otro se queja de las reglas que había para cada actividad y otro explica que no fue sencillo dormir en ese sitio extraño y lejano, y que sentía la necesidad de regresar..."
La lista con los nombres de todos los chicos que han llegado a la Aldea Pestalozzi, su país de procedencia y año de llegada discurre ante nuestros ojos.
Una forma de mostrar cómo la historia de conflictos en el mundo ha marcado la dirección del apoyo de la Fundación Pestalozzi, que a 60 años de esfuerzo no olvida su cometido inicial y básico, fundado en las palabras del pedagogo más importante del mundo:
A los niños hay que proporcionarles educación integral, "con la mente, el corazón y las manos", palabras que intitulan un videoreportaje que en una salita puede ser visto y escuchado en cinco idiomas, incluido el español.
swissinfo, Patricia Islas Züttel
Contexto
El Centro de Visitas con la exposición sobre la Aldea y Fundación Pestalozzi fue inaugurado en abril de 2006, una forma de celebrar los 60 años de existencia de este concepto que hoy día responde con sus proyectos a las necesidades de apoyo y educación infantiles dentro y fuera de Suiza.
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